Atletas, en posición...¡Y dio inicio el nuevo curso académico! Unos dividen sus fases por años, y cada 1 de enero significa una nueva etapa de sus vidas. Otros, entre los que me incluyo, fijamos ese inicio del camino cuando comenzamos el curso, allá por finales de septiembre o, en mi universidad, los primeros días de octubre -en esta ocasión, el día 3 es el indicado-.
Este curso se prevé intensísimo. Ya el verano ha ido abriendo mi boca a la impresión de vivir el periodismo desde más cerca, aunque aún no lo suficiente, claro está. Pero esta temporada 2011/2012..ups, vena deportiva apareciendo..¡escóndete un segundo! servirá como enorme stargate, escrito en inglés para no sonar tan "pasteloso", dicho sea de paso.
Fútbol por aquí, Real Valladolid por allá, Liga de Campeones, radio, música urbana, hip-hop...pequeños motores internos que me mueven en varias direcciones confluentes en un mismo punto. Este batiburrillo, honestamente, me estimula mucho.
Cierto es, que necesito mucha más calle. Pero mucha. También soy consciente, y por ello estoy sereno, de que en el instante del inicio de una carrera, no puedes quedarte atrás. Si quieres optar a algo. No me quedaré encerrado, viéndolas venir, porque hay demasiadas oportunidades y momentos esperándome.
Allá vamos, pues, con ilusiones renovadas. Con una renovación perdurable.
http://www.youtube.com/watch?v=VCOyrRgef-Q GO AHEAD!
La expectación superaba la ficción en los twitter de aficionados pucelanistas a las 12 horas y 55 minutos de un 4 de julio de 2011. Día de la Independencia en Estados Unidos. El calor abarrotaba las oficinas del Estadio José Zorrilla, así como la zona mixta y la sala de prensa.
Lo que iba a venir, trascendía lo ordinario. Se mascaba en el ambiente. Algo distinto, especial y relevante estaba a punto de suceder en el Real Valladolid. Entró a la sala el presidente Carlos Súarez, acompañado del alcalde de Valladolid León de la Riva y de Jesús Julio Carnero, presidente de la Diputación.
En el instante en que los políticos hacen acto de presencia sabes que no conocerás noticia alguna sobre deporte: ni nombrabiento del nuevo técnico, ni el nuevo nombre para la dirección deportiva, ni nada de corte similar. De ahí que la curiosidad fuera en aumento tanto en las redes sociales como en twitter. Esta rueda de prensa significaba algo más.
Entonces, nacieron nuevas especulaciones: ¿venta del club?¿novedades definitivas sobre el archihablado proyecto Arena?¿se marcha sin mirar atrás Carlos Suárez? Innumerables dudas bombardeando cabezas cansadas gracias a los los sinsabores producidos por el Real Valladolid en los últimos meses. La incógnita, a punto de resolverse.
Los bombardeos, fugaces, cesaron en el momento en que el presidente del club anunciaba que se hacía con el 59% de las acciones del Real Valladolid. Probablemente, una de las últimas respuestas pensadas por todos los hinchas y periodistas relacionados con el club blanquivioleta.
Ni marcha, ni Proyecto Arena, ni movimiento de fichas en torno al futuro meramente deportivo. Súarez, nuevo dueño y señor del equipo vallisoletano. Ahora, despojado de la presión y desconcierto de un gran número de accionistas para, armado de valor-todo sea dicho-, emprender una nueva etapa en la que él se independiza. En la que él se pone la corbata de jefe y no sólo gestiona, sino que dirige.
Acometerá una ampliación de capital situada entre los 5 y 10 millones de euros, en tiempos que él considera difíciles. Así, capitalizará el club y le dará liquidez. Apostará por un proyecto joven ,para volver lo más pronto posible a la primera división. Su inversión está planeada para 15 años, en los que podremos analizar hasta qué punto ha sido positivo este paso al frente.
El 4 de julio se independizó Carlos Súarez. En el curso entrante, parte con la responsabilidad de gestionar un club y gestionarse a sí mismo. Es principal que sepa rodearse de personas con los suficientes conocimientos del mercado deportivo para llevar a cabo un proyecto de confianza. También es importante que el aficionado sea consciente de que parte desde 0. La función del presidente y ahora dueño del Real Valladolid coge peso.
A partir de mañana, las noticias relacionadas con la planificación deportiva llenará los twitter de los expectantes. Al fin y al cabo, es ésta la que debe primar en un club deportivo. Se conocerá el nombre del nuevo entrenador, sabremos si García Calvo se va del club y los fichajes unidos a las salidas. Todo ello inundará de opiniones, rumores y confirmaciones los medios. Así tiene que ser, tras la independencia de Carlos Suárez.
jueves, 19 de mayo de 2011
Suelo pensar que el éxito reside en la confianza. El trabajo bien hecho, permite obtener lo deseado, aunque sea a un plazo mayor del esperado. La seguridad te oxigena y barre con cualquier conato de duda, de esas que, poco a poco, disminuyen tu moral y te acercan hacia el fracaso. Temido fracaso.
Mantener el cuerpo firme, rígido, decidido, no es tarea fácil. El tiempo no siempre acompaña. Llegan ventiscas, granizo, el invierno y los cambios. Todo ello desestabiliza, incluso al mejor cirujano, al premio Pulitzer, al Nobel de la paz, al aficionado de fútbol y a su propio equipo.
Pero se consigue. Caminar recto es posible; olvidar el pasado indeseado está en las botas de los jugadores del Real Valladolid que cayeron ante el Tenerife de una forma tan indescifrable como típica. Relajación, ansiedad disimulada del que desea terminar algo, porque no lo disfruta, aunque lo necesita para alcanzar su meta.
Los blanquivioletas salieron a jugar con el partido casi ganado. La sombra de las islas parecía olvidada para Abel Resino, después de haber caído contra Las Palmas cuando el conjunto pucelano ya empezaba a ganar con convencimiento. Entonces, la cara invisible de la confianza, como la hermana gemela despechada, apareció para descenderlos a la realidad. Las dos caras de un sentimiento capaz de levantar a un grupo, o hundirlo.
En el Real Valladolid tienen claro qué cara prefieren. Haber coqueteado con la claridad engañosa del que se cree ganador innato, les debe servir como toque de atención de cara a los últimos partidos de la liga regular, y, más aún, para fortalecer sus opciones en los cruces de junio.
Trazamos una línea convergente entre la confianza sana que el equipo pucelano ha de mostrar en el próximo encuentro con el Nástic de Tarragona y las dudas crecientes de los aficionados que no comprenden una derrota, cuando se caminaba sobre moqueta.
Si el toque de atención tiene que ser asimilado por la plantilla al completo y su técnico, también ha de afectar al seguidor. El apoyo mostrado cuando la racha parecía más bien una etapa, no puede decaer por un tropiezo. Que el tropiezo sea único, por parte de ambos interesados, equipo e hinchada. Y sirva como lección final, antes del momento definitivo de una campaña escindida en dos bloques de análisis, encabezados por los dos entrenadores Gómez y Resino.
En cierto modo, es de club sensato no titubear en este preciso instante vivido en Valladolid. Es de club sensato –englobo tanto seguidor como equipo-, confiar en el trabajo previo que ha facilitado la posición –ni soñada cuando se perdió en Jerez de la Frontera- en la que el cuadro de Abel Resino se mueve. No hay que olvidarlo. Y ahí, en esa coyuntura, es donde las miles de personas que visitan Zorrilla cada dos semanas, han de mostrar que creen.
Porque una derrota anónima no significa nada si se disputan los partidos con ideas claras, jugadores con valor diferencial, unidos por ascender, y unidos con la afición. Ante el Nástic, desechemos el lado arriesgado de la confianza. El que nos hizo perder en Tenerife. Optemos, pues, por la garantía de un esfuerzo que está ayudando a llevar, al club del Real Valladolid en su extenso conjunto, a disputar unos partidos extra, con valor extra, y premio extra.
Me pongo mi nueva camiseta de la selección turca de fútbol. Sin número, ni jugador. Me gustaría sellar el nombre de Nuri Sahin, mediocentro de enorme calidad. Compro unas bolsas de fritos y llego a casa de unos compañeros de Facultad, para ver el fútbol en comuna. El último de los cuatro clásicos. Por fin.
Es fascinante sentirse neutral en batallas de esta teórica altura. Te mantienes al margen, analizas cómodamente, y no sufres. Bueno, podría entrecomillar la última sensación. Y es que hasta el más santo ha terminado afectado por el veneno creado por dos rivales, supuestamente, paradigmas del fútbol español. Algunos podían ser beatificados, de paso.
Terminas cansado. Como si una infección de ira y división hubiera entrado en los cuerpos de todos los españoles. Terminan divididos. Dos opiniones, dos visiones insanas alimentadas por el fútbol y lo que lo rodea, incluido la prensa. Aparecen madridistas y culés desde debajo de las piedras para mostrar, casi como un asunto de Estado, su amor y fidelidad por los colores.
Aborreces los informativos deportivos y cambias de canal. Únicamente esperas el instante en que termine el último partido del tormento. Sí, tormento. Porque el fútbol se ha visto injustamente relegado a un plano irrelevante para la mayoría, y lo que es más importante, para la prensa especializada.
Los aficionados neutrales hemos acabado resignándonos, girando la cabeza para mirar hacia otro lado. Esta pelea no era la nuestra, aunque nos salpicaron las secuelas. Difícilmente eludibles. Sin embargo, tenemos escudos, ante esta vorágine de cinismo y extremos.
Tenemos a nuestro equipo del alma, ese que viste una camiseta inconfundible para nosotros. La más bonita y especial, ya que es única. Sin salpicaduras. Que no vive guerras originadas por el lado amargo del deporte de competición. No las vive, al no disponer de esa fama, a veces implacable y extenuante. Estar en boca de todos, en el foco de todas las cámaras, puede terminar por formar dos opiniones. Sobre todo cuando no se gestiona bien; cuando malgastas y pierdes el control de tu responsabilidad como ejemplo para mucha gente que te observa.
Nuestro equipo viaja entre cotas populares demasiado bajas. Él también ha padecido decisiones arbitrales dudosas y perjudiciales. Se ha quejado, por supuesto, sin crear un conflicto exterior. Tampoco ha podido, al no tener ni los mejores futbolistas del mundo ni el entrenador más peculiar y excéntrico.
Por una parte, es un alivio. Ser el centro de atención fatiga demasiado. Imaginad, si hasta los futboleros más empedernidos han suspirado con el fin de tanto clásico. Querían ver fútbol, pero y se encontraron con discusiones, sinrazones, excusas y victimismo de los dos grandes. Gran ejemplo.
Vuelvo a casa, con mi camiseta de Turquía. Pienso en el próximo partido. El Real Valladolid visita Soria, en busca del sello para certificar su participación en el concurso “sólo puede quedar uno”. No, no hay ninguna guerra fuera del terreno de juego, ni batallas dialécticas. Las disputas para los que quieran llamar la atención. Nosotros queremos seguir teniendo nuestra camiseta sin salpicaduras.
La hora de la verdad se acerca para el Real Valladolid. El mes de abril lo ha situado como el tercero en discordia. El estado tanto físico como anímico del equipo blanquivioleta lo ha llevado, en el mes de las aguas mil, a conseguir resultados impensables antes de este pequeño periplo primaveral. En la subida por alcanzar la cima, se han topado con un Xerez aguerrido, un Celta entristecido por sus mediocres resultados, un Cartagena competitivo pero inferior al que visitó Valladolid en la primera vuelta, o un Rayo que, sólo por su coraje, será equipo de primera directamente.
Pero lo fundamental del mes de Abril será su desenlace. Aún a falta de la visita del filial del Barcelona el viernes, la trayectoria última invita a soñar. Al menos, a confiar en un final de temporada deseado. Sinsabores apartados, dudas dejadas atrás, los aficionados acompañan de la mano al cuadro de Abel Resino. Lo acompañan hacia una fase de ascenso cada vez más cercana, más posible.
El punto decisivo, el que declara el buen momento que atraviesa el conjunto vallisoletano, es el ambiente óptimo entre jugadores. La fotografía publicada en el Norte de Castilla en su edición digital así lo manifiesta. Jugadores como Jordi, abocados a un segundo plano durante gran parte de la presente campaña, han sabido esperar su oportunidad, pacientes y profesionales, para dar todo de sí en el momento preciso.
Jordi es el paradigma de jugador de equipo. El antagónico de futbolistas como Pelé o Haris Medunjanin, que en paz futbolística descansen, una vez han ayudado al pucela a descender de categoría. El central leridano representa el espíritu del ascenso en 2007, en el sentido del futbolista que aparca el ego en casa y se dedica a jugar dentro del campo. Por un mismo objetivo.
Esta premisa la han ido asimilando todos y cada uno de los integrantes de la plantilla. El punto de partido lo marco con el final del mercado de invierno. Con la salida de jugadores como Keita, la llegada de Juanito, padre de la defensa y con la titularidad de Nafti en el centro del campo. Jugadores integrantes de un Real Valladolid que comenzó la temporada cuando lo hizo el 2011. Mejor tarde que nunca, pensarán algunos.
Gracias a la mejoría en el juego y los resultados, la afición ha calmado los gritos que pedían la marcha de los dirigentes, el cambio de facto. Esta transformación llegó en el campo, a la vez que la voz del presidente Carlos Suárez se dejaba de oír, adoptando una posición de olvido. Lo prefiero así. En cuanto la atención se centró en el cuadro pucelano, las iras se llevaron a un taller mecánico. Se arreglaron y ahora rugen con otro motor. Y otra carrocería.
Puestos a desenterrar contradicciones, este equipo “vintage” que forma el Real Valladolid, con Nafti, Juanito, Jofre e incluso Óscar, ha devuelto la frescura al escudo que representa. Como si la máquina del tiempo hubiera entrado en el pack de compras invernales.
La realidad es que este Real Valladolid respira frescura, como una camiseta clásica, retro, antigua, recién lavada después de haber esperado en el abandono del armario. Como nueva. Esperemos que la máquina del tiempo siga funcionando, recuperando futbolistas, y el destino, o más pragmáticamente, las decisiones del técnico, favorezcan la alineación de jugadores en el once, no de estrellas estrelladas. Que siga la escalada. ‘Baby Barça”, próximo puerto. Mayo espera terminante.
Logro zafarme de Messi, Cristiano, Pepe, Villa, Mourinho y Pep Guardiola, del diario Marca y el Sport, y sigo corriendo en búsqueda de un autobús que me lleve a Valladolid. Por poco lo pierdo, con tantas personas impidiéndome el paso.
Una vez esquivada la multitud, unos cuantos miles de supervivientes nos disponíamos a ver un partido crucial. Su alcance, suavizado por la gran racha del Real Valladolid. Como si diéramos por hecho la victoria, llegamos a la hora del pitido inicial sin ser totalmente conscientes de lo que significaba ganar al Xerez Deportivo, rival directo.
Es la dulce sensación de la confianza. Es tal, que incluso cuando el equipo azulino destapaba su peligro, la grada no temblaba. Porque Javi Jiménez estaba allí para evitar un gol cantado y la defensa atenta, cortando cualquier acometida. Y si el equipo no lo veía claro, tocaba y tocaba, hasta encontrar algún resquicio en la defensa xerecista para marcar su terreno. Los equipos destinados a superarse, a subir escalones con eficacia y rapidez, poco a poco van comiendo el terreno del contrario, trazan pinceladas en forma de ocasión y finalizan con la gran obra maestra del fútbol.
Los blanquivioletas no son Da Vinci, pero con el tiempo refinan su estilo. El “arte alternativo”, ese que no muestran las mejores galerías, nos gusta. Nos atrae irremediablemente. Por eso, sorteamos los elitismos y fijamos nuestra mirada en nuestro fútbol, el que nos acompaña en la intimidad del José Zorrilla, lejos de clásicos del fútbol español, divertidos y entretenidos, pero no esenciales. No nos llenan. Nuestro arte es otro.
Frente a los andaluces se vio entrega, pues se jugaban mucho, de ambos equipos; ocasiones, de los dos conjuntos; inteligencia y acierto, por parte local. Es justo alabar la decisión del técnico Abel Resino, porque propició, con la entrada en el campo de Sisi, ese punto de frescura, ataque y ocasiones que echaba de menos la afición pucelana en el partido.
Durante la semana se habló sobre quién ocuparía la posición de Baraja junto a Nafti-por cierto, ausente en el siguiente encuentro de liga ante el Cartagena-. La gran mayoría, utópicamente, deseaba la entrada de un casi recuperado Lázaro, aunque no formó parte de la convocatoria final por algunas dolencias. Otros apostaron por Matabuena; unos pocos iban con Jorge Alonso.
Éste último salió de inicio, si bien continúa jugando en una mediocridad que esconde su técnica. El problema yace en que, una posición tan fundamental como la de centrocampista, resalta los errores. Al cuadrado. Con la entrada de Sisinio, el yin y yang del medio campo empezó a funcionar. Terminó siendo decisivo. Y el Real Valladolid remontó.
¿Quién ocupará la posición dejada por Nafti? El primero que llega a mi cabeza es Matabuena, de corte parecido al del tunecino. El equipo juega fuera de casa y arriesgar con un once cuyos jugadores no muestren un claro equilibrio defensa-ataque no parecería muy coherente. Eso sí, las circunstancias del partido podrían propiciar, de nuevo, esa sustitución tan sorprendente como efectiva.
¿Veis? Existe la vida más allá de Da Vinci. Existen seguidores de ese arte más desconocido, muchas veces cuestionado. Por supuesto, disfrutan de las exposiciones más renombradas. Pero siempre mantienen intacto ese gusto por lo que de verdad les quita el aliento.
Todo se vuelve negro cuando no encuentras la razón de que algo salga mal, de que se te atragante cualquier esfuerzo por conseguir lo ambicionado. El Real Valladolid estuvo teñido de colores tristes durante muchos meses, los cuales no conocían buenas noticias, ni buenos resultados, fuera de la ciudad.
Giro a la paleta de colores. Los jugadores y el técnico han encontrado el color que mejor les queda; sonríen en sus viajes. Dos victorias como la cosechada en Salamanca y, la última, en Vigo, aúpan al Valladolid a cotas muy altas, insospechadas poco tiempo antes. La roca más complicada de pasar ya no lo es tanto. El truco ha sido aprendido. Abierta la puerta de la regularidad, del convencimiento, y de los éxitos.
La victoria frente a un Celta de Vigo anímicamente dolido, cuyo racha negativa le hace olvidar, poco a poco, el sueño de un ascenso directo a la división de oro, hace pensar al equipo beneficiado, el blanquivioleta, en ese ascenso, si bien por la vía de los playoffs. Ahora lo sueñan, antes ni lo imaginaban.
Los pucelanos se encuentran séptimos en la clasificación, pero la fantástica temporada del filial blaugrana, fuera de toda lucha por el ascenso por su condición de equipo B, los introduce, hoy día, en la criba de conjuntos con opciones para obtener el tercer y último billete, éste en la repesca, a la liga de las estrellas. Hace meses, en Valladolid nos reíamos de esta posibilidad. Una risa nerviosa, al vernos demasiado hundidos en la tabla.
Pero el fútbol es mentalmente inestable. El Real Valladolid, bipolar. Está comprobado. Un año de giros inesperados, grandes dosis de sufrimiento, desconfianza, desorganización, también termina por afectar al aficionado. Aunque se ha encarrilado el tramo final y decisivo con una suficiencia impensable a la vez que fehaciente.
Dejamos de lado traumas psicológicos y viajamos a Galicia. Si en Salamanca, el equipo jugó su mejor partido como visitante, sobre todo tras una segunda mitad repleta de goles, en Vigo se superó. Primero, porque derrotó a un rival que se encontraba con la ocasión de frenar sus negativos resultados y dar caza al ascenso directo. Segundo, porque lo venció con una superioridad poco común antes de jugar en el Helmántico, más conocida desde entonces.
Los once futbolistas blanquivioletas- para la ocasión, rojos- disputaron los mejores 45 minutos de la temporada lejos de Zorrilla. No es descabellado pensar en uno de los más sobresalientes primeros periodos en toda la campaña. Opinar esto, cuando el calendario se agota, es más que una noticia alegre. Significa un incremento de opciones de llegar en el top, tanto física, como mentalmente, al tramo fundamental de la liga, ese que decide quién se lleva el gato al agua o quién se lamenta por quedarse en la orilla.
Navegamos cada vez más firme. Vigo, Galicia, nos despidió pensando que, muy probablemente, vuelvan a encontrarnos antes de terminar, en Junio, este tratamiento psicológico contra la inestabilidad emocional. Ganará el que mejor controle los vaivenes. El Real Valladolid parece haber dado con la fórmula adecuada.