Suelo pensar que el éxito reside en la confianza. El trabajo bien hecho, permite obtener lo deseado, aunque sea a un plazo mayor del esperado. La seguridad te oxigena y barre con cualquier conato de duda, de esas que, poco a poco, disminuyen tu moral y te acercan hacia el fracaso. Temido fracaso.
Mantener el cuerpo firme, rígido, decidido, no es tarea fácil. El tiempo no siempre acompaña. Llegan ventiscas, granizo, el invierno y los cambios. Todo ello desestabiliza, incluso al mejor cirujano, al premio Pulitzer, al Nobel de la paz, al aficionado de fútbol y a su propio equipo.
Pero se consigue. Caminar recto es posible; olvidar el pasado indeseado está en las botas de los jugadores del Real Valladolid que cayeron ante el Tenerife de una forma tan indescifrable como típica. Relajación, ansiedad disimulada del que desea terminar algo, porque no lo disfruta, aunque lo necesita para alcanzar su meta.
Los blanquivioletas salieron a jugar con el partido casi ganado. La sombra de las islas parecía olvidada para Abel Resino, después de haber caído contra Las Palmas cuando el conjunto pucelano ya empezaba a ganar con convencimiento. Entonces, la cara invisible de la confianza, como la hermana gemela despechada, apareció para descenderlos a la realidad. Las dos caras de un sentimiento capaz de levantar a un grupo, o hundirlo.
En el Real Valladolid tienen claro qué cara prefieren. Haber coqueteado con la claridad engañosa del que se cree ganador innato, les debe servir como toque de atención de cara a los últimos partidos de la liga regular, y, más aún, para fortalecer sus opciones en los cruces de junio.
Trazamos una línea convergente entre la confianza sana que el equipo pucelano ha de mostrar en el próximo encuentro con el Nástic de Tarragona y las dudas crecientes de los aficionados que no comprenden una derrota, cuando se caminaba sobre moqueta.
Si el toque de atención tiene que ser asimilado por la plantilla al completo y su técnico, también ha de afectar al seguidor. El apoyo mostrado cuando la racha parecía más bien una etapa, no puede decaer por un tropiezo. Que el tropiezo sea único, por parte de ambos interesados, equipo e hinchada. Y sirva como lección final, antes del momento definitivo de una campaña escindida en dos bloques de análisis, encabezados por los dos entrenadores Gómez y Resino.
En cierto modo, es de club sensato no titubear en este preciso instante vivido en Valladolid. Es de club sensato –englobo tanto seguidor como equipo-, confiar en el trabajo previo que ha facilitado la posición –ni soñada cuando se perdió en Jerez de la Frontera- en la que el cuadro de Abel Resino se mueve. No hay que olvidarlo. Y ahí, en esa coyuntura, es donde las miles de personas que visitan Zorrilla cada dos semanas, han de mostrar que creen.
Porque una derrota anónima no significa nada si se disputan los partidos con ideas claras, jugadores con valor diferencial, unidos por ascender, y unidos con la afición. Ante el Nástic, desechemos el lado arriesgado de la confianza. El que nos hizo perder en Tenerife. Optemos, pues, por la garantía de un esfuerzo que está ayudando a llevar, al club del Real Valladolid en su extenso conjunto, a disputar unos partidos extra, con valor extra, y premio extra.
Mantener el cuerpo firme, rígido, decidido, no es tarea fácil. El tiempo no siempre acompaña. Llegan ventiscas, granizo, el invierno y los cambios. Todo ello desestabiliza, incluso al mejor cirujano, al premio Pulitzer, al Nobel de la paz, al aficionado de fútbol y a su propio equipo.
Pero se consigue. Caminar recto es posible; olvidar el pasado indeseado está en las botas de los jugadores del Real Valladolid que cayeron ante el Tenerife de una forma tan indescifrable como típica. Relajación, ansiedad disimulada del que desea terminar algo, porque no lo disfruta, aunque lo necesita para alcanzar su meta.
Los blanquivioletas salieron a jugar con el partido casi ganado. La sombra de las islas parecía olvidada para Abel Resino, después de haber caído contra Las Palmas cuando el conjunto pucelano ya empezaba a ganar con convencimiento. Entonces, la cara invisible de la confianza, como la hermana gemela despechada, apareció para descenderlos a la realidad. Las dos caras de un sentimiento capaz de levantar a un grupo, o hundirlo.
En el Real Valladolid tienen claro qué cara prefieren. Haber coqueteado con la claridad engañosa del que se cree ganador innato, les debe servir como toque de atención de cara a los últimos partidos de la liga regular, y, más aún, para fortalecer sus opciones en los cruces de junio.
Trazamos una línea convergente entre la confianza sana que el equipo pucelano ha de mostrar en el próximo encuentro con el Nástic de Tarragona y las dudas crecientes de los aficionados que no comprenden una derrota, cuando se caminaba sobre moqueta.
Si el toque de atención tiene que ser asimilado por la plantilla al completo y su técnico, también ha de afectar al seguidor. El apoyo mostrado cuando la racha parecía más bien una etapa, no puede decaer por un tropiezo. Que el tropiezo sea único, por parte de ambos interesados, equipo e hinchada. Y sirva como lección final, antes del momento definitivo de una campaña escindida en dos bloques de análisis, encabezados por los dos entrenadores Gómez y Resino.
En cierto modo, es de club sensato no titubear en este preciso instante vivido en Valladolid. Es de club sensato –englobo tanto seguidor como equipo-, confiar en el trabajo previo que ha facilitado la posición –ni soñada cuando se perdió en Jerez de la Frontera- en la que el cuadro de Abel Resino se mueve. No hay que olvidarlo. Y ahí, en esa coyuntura, es donde las miles de personas que visitan Zorrilla cada dos semanas, han de mostrar que creen.
Porque una derrota anónima no significa nada si se disputan los partidos con ideas claras, jugadores con valor diferencial, unidos por ascender, y unidos con la afición. Ante el Nástic, desechemos el lado arriesgado de la confianza. El que nos hizo perder en Tenerife. Optemos, pues, por la garantía de un esfuerzo que está ayudando a llevar, al club del Real Valladolid en su extenso conjunto, a disputar unos partidos extra, con valor extra, y premio extra.
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