martes, 29 de marzo de 2011

Me dejaste sin voz, de tanto gritar


Al comienzo de temporada, es usual revisar el calendario para conocer cuándo se juegan los partidos más interesantes, de un cierto riesgo o emoción, y los que nos afectan de forma más personal que otros. Este año, por el descenso, los partidos más atractivos son otros. En uno de ellos, marcado con círculo rojo, nace una pequeña rivalidad, más geográfica que histórica. El primero: UD Salamanca-Real Valladolid.

En la línea de salida te imaginas un futuro partido en Salamanca apasionante, con dos equipos jugándose mucho y las respectivas aficiones a sus espaldas, apoyándoles sin freno durante toda la temporada. Te imaginas la última temporada en la que subiste a primera. Y ese es el primer desengaño. Las cosas han cambiado.

En Salamanca no se respiraba derby. Puede que tal vez ese derby no exista, y sólo suene cuando los dos contendientes sobresalen en su temporada, con jugadores capaces de mostrarse como seña de identidad y técnicos con un talismán encantador de aficiones. Este 2011, el tan esperado partido ha perdido peso. Ha perdido la voz que se le presumía cuando revisábamos calendarios para echar cuentas.

Llovía suevamente y el cielo se resistía a quitarse su pijama gris. Salí de casa con una única muestra de pucelanismo visible, una bufanda morada que se dejaba ver en mi cuello. Nadie en la calle. Era demasiado pronto para un derbi. Sentía un silencio tenso, incómodo, en dirección al punto de encuentro desde el que, acompañado, iría al estadio. Como el silencio previo a un desastre. No temía, de ninguna manera, que iba a ocurrir algo grandioso pocas horas después.

Por un momento llegué a olvidar que el Real Valladolid jugaba fuera de casa. Extraña percepción. Las calles, vacías de color, dejaban ver a un reducido grupo de pucelanistas con banderas violetas. En los alrededores del estadio, dominaban el hábitat. Jugábamos en casa. Se demostraría desde el pitido de inicio.

Hasta ese inicio, no existía partido, ni tres puntos esperando a uno de los dos rivales, cada uno con metas distintas. No existió tampoco durante la semana precedente. Únicamente, desde el minuto uno hasta el noventa. Para los blanquivioletas, y los desplazados hasta Salamanca.

La afición salmantina vio desde el principio la misma imagen de un equipo impotente, desmoralizado, cuyo peor enemigo no es el árbitro, sino ellos mismos y su propia ansiedad. Cómo gestionar la ansiedad se ha convertido en la misión primordial que su técnico Pepe Murcia ha de llevar a cabo en los fundamentales partidos siguientes.

Silenciosa y gris como el propio día, la hinchada blanquinegra sólo podía sacar pañuelos blancos ante la impotencia de verse con uno menos desde muy pronto gracias a una decisión arbitral rigurosa, relevante por lo que supone jugar con uno menos, pero no decisiva. Sentía la superioridad, manifiesta por otra parte, de un rival que jugaba inusitadamente bien para hacerlo a domicilio. Como en casa. No es que tocara el cielo en la primera mitad, pero dio la mejor imagen lejos de Zorrilla en todo lo llevado de campaña.

En la segunda mitad, el Real Valladolid sacó el ticket de la confianza y júbilo para todos aquellos seguidores que veían, con la boca abierta, como anotaban cinco goles.

Económicamente, cada tanto valía cinco euros. Entrada rentabilizada. Anímicamente, puede que valgan mucho más, pues supone algo más que una victoria. Significa seguir enganchados por los playoffs. Significa olvidar el descenso definitivamente. También ganar fuera, y hacerlo con contundencia, a base de goles. Y por último, derrotar a un rival necesitado, emplazado en la agenda de partidos llamados “alto riesgo” del Real Valladolid. Circunstancias, todas ellas, que van devolviendo la esperanza olvidada a un grupo de aficionados mayor en cada semana que pasa.

Para todos los hinchas visitantes, el partido fue un regalo, una alegría entre la incertidumbre crónica que están padeciendo. Tal vez se haya encontrado el remedio para terminar de aniquilar dicha inseguridad permanente. El mes de abril lo pone a prueba con los partidos ante Rayo Vallecano, Celta de Vigo, Xerez y Cartagena. Citas encargadas de poner nombre a las aspiraciones de un equipo cuyo engranaje funciona, después de pruebas fracasadas. Y que nos dejó sin voz, de tanto gritar.

Afonía de alegría; afonía irritada



Los enfrentamientos entre la UD Salamanca y el Real Valladolid siempre se han enmarcado dentro del riesgo que supone la rivalidad geográfica. Se han declarado de alto riesgo y la policía ha aumentado sus efectivos para preservar la seguridad de los aficionados asistentes al partido. En el partido jugado el domingo, la situación fue distinta.

Si bien el encuentro se declaró de alto riesgo, con el pertinente incremento de furgones de policía, no se tuvieron que lamentar incidentes graves. El único percance tuvo lugar en el recorrido hacia el estadio, concretamente en la zona de la Plaza de Toros de Salamanca, donde se había organizado una quedada que no tuvo éxito. Un joven unionista recibió un golpe con un vaso en la cabeza, por lo que tuvo que acudir al hospital.

Hechos aislados que no se repitieron en los aledaños del estadio antes del partido. La hora del encuentro, el mal tiempo y la poca expectación levantada, ayudaron a mantener la tranquilidad entre ambas aficiones. La blanquivioleta, que llegó directamente en autobuses y automóviles propios, tuvo tiempo para reunirse y tomar algo en los pocos bares emplazados al lado del Helmántico, donde compartían desayuno y charlas con seguidores albinegros.

Un ambiente relajado que tampoco se turbó demasiado en el transcurso de los 90 minutos de juego. Un silencio atípico en un duelo de estas características dominaba la grada. Por parte local. Y es que la entidad salmantina decidió fijar el día de ayuda al club con la visita del Real Valladolid, cuya respuesta fue escasa: 6487 asistentes.

Una grada semivacía, situada en la zona alta de las tribunas, ya que la lluvia no cesaba y, acompañada del viento, dificultaba la comodidad de un aficionado ya de por si incómodo debido a la situación que atraviesa el conjunto entrenado por el cordobés Pepe Murcia. El fondo joven salmantino desplegó un pequeño tifo y animó en momentos puntuales, pero el silencio fue el protagonista general de la grada del Helmántico.

Por el otro lado, los aficionados del Real Valladolid pusieron la chispa y la animación, aprovechando el desplazamiento y el resultado tan sorprendente que estaban presenciando. Ocuparon toda la curva visitante y no pararon de animar a lo largo de las dos horas en las que ocuparon la vibrante esquina sur del estadio.

Dentro del estadio no hubo ningún incidente a mencionar. El sector visitante estuvo vigilado por los policías que formaban una barrera humana, fortalecida en la pequeña jaula donde los ultras vallisoletanos se situaron. Los únicos momentos en los que se demostró la poca simpatía que se tienen, por lo general, ambas aficiones se representaron en los cánticos despectivos de una y otra afición, siempre comunes cuando se cruzan sus caminos.

Al término del partido, y fuera del estadio, nada sucedió. Indignación de un bando, cansado por las actuaciones arbitrales que están viviendo, y alegría sorprendente del lado de los desplazados, quienes no veían un resultado tan magnífico desde hacía mucho tiempo. Silencio y afonía, unos por disgusto y cansancio; otros, por gritar y celebrar goles como pocas veces lo habían hecho.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Fiesta de las palabras. Vol.1.


Vamos a jugar a mostrar palabras que surjan en mi mente, con una relación y un significado en todo este tiempo. Sin conectores, sin verbos. Sólo palabras.
Primera, oportunidad, ansiedad, beso, preeminencia, fijación, mirada, estación, despedida, abrazo, teléfono, tarifa, ayuno, párpados, silencio, sueño, abrazo, cama, arrugas, rayos, ventana, aire, camino, mano, helado, retorno, sueño, pesadilla, discusión, locura, obsesión, mentira, colofón, sentimiento, acto, importancia, razón, alivio, sonrisa, pelo, olor, cuerpo, zapatillas, regalo, detalle, sorpresa.

Dolor, gafas, inseguridad, lucha, fragilidad, impotencia, inflexión, curva, cambio, aceptación, conexión, felicidad, tranquilidad, fiesta, celebración, gol, crónica, estudio, observación, aprendizaje, voz, radio, futuro, ilusión.

Me quedo sin respiración. Sólo es el primer volumen. Lo que me sale cuando pienso en momentos significativos últimamente en mi vida. Todos están conectados. En el interior de cada palabra hay una pieza del puzzle que forma mi estado anímico. En fin, mi última y convulsa etapa.

¿Convencerán a los dudosos?




Salamanca, una del mediodía del lunes, en clase de economía con un profesor que bien podría ser el doble de Quique Sánchez Flores –no os extrañe, aunque se declara madridista-, explicando un tipo de funciones inversas mediante ejemplos de las ligas de fútbol: más dinero igual a número más bajo de la clasificación, es decir, mejor posición. También dijo que existían las excepciones en el fútbol, como brochazo de su interés por este deporte, pero ceteris paribus (sin contar otros factores), la función inversa se cumple: equipos grandes, objetivos grandes.

Acto seguido, recibo un mensaje: ¿vamos al Valladolid-Girona? Momento de meditación reducido. Tiempo de respuesta positiva, mínima. Nos dispusimos a la aventura de ver a un equipo en el que la función inversa se cumple a raja tabla, en ‘modo humilde’ activado, por desgracia.

Luchamos contra el monopolio televisivo que gobierna el fútbol español con más errores que aciertos, los retamos, gastamos gasolina, y acompañamos a un grupo de futbolistas ganador en casa, frágil lejos de ella. Como el niño que alejado de su madre, asustado, no puede contra las circunstancias que le rodean y le provocan una angustia insoportable.

Empequeñecidos sin su afición, guerreros dominantes con ella. Qué épico suena. Como épico es situarse a sólo 3 puntos de playoffs tras una temporada irregular, llena de modificaciones sensibles con apariencia trascendental. Afectan, es lógico, pero un jugador aplaca un tanto sus efectos: el ‘9’ del Real Valladolid.

Ese a quien tal vez pude endiosar como la gran mayoría de unos aficionados blanquivioletas necesitados de ilusiones que no ven por ningún lado. Porque por muy buen camino que Abel Resino haya trazado en el José Zorrilla, a mí me vendieron un objetivo distinto. Antes de la tormenta.

Mientras tanto, Javi Guerra es dueño y señor de los titulares referentes a la victoria frente al Girona. Sus 17 goles y su rendimiento lo han puesto en boca de equipos que, a buen seguro, intentarán ficharlo en verano. Él tiene contrato e implicación y apuesta por metas más atractivas si el conjunto blanquivioleta continúa jugando así.

Aunque, como el equipo, el gol se le atraganta cuando tiene que viajar a otras ciudades. Y ese se ha convertido en el reto más próximo al que se enfrentará: marcar en el estadio Helmántico. Las estadísticas no acompañan ni sonríen al equipo blanquivioleta en otro lugar que no sea Valladolid. Por ende, los aficionados no las tienen todas consigo.

De hecho, aunque haya leído en un diario salmantino que se espera un millar de pucelanistas, no termino de imaginarme esa cifra llenando la zona visitante del campo. Observo una desconfianza, por otra parte natural, hacia el Real Valladolid para el domingo. Tiempos mejores ya han pasado por el escudo del laurel y el fuego. Y eso se notará. Hace cuatro años volábamos hacia primera de la mano de unos resultados y un juego fuera de lo común.

Hoy día, la energía de la marea blanquivioleta permanece bajo mínimos. De vencer, se puede dar caza a la tan estudiada posición de playoff, pero esa marea no ruge, sino silenciosa, se debate entre unirse o esperar a un cambio radical. Incierta, confusa, no sabe si el equipo ha enderezado el rumbo, o es simple cuestión de rachas victoriosas con fecha de caducidad.

La mejor manera de despejar esa incógnita consiste en algo tan sencillo de pronunciar como complejo de llevar a su fin: ganar fuera ¿Una victoria en Salamanca significaría algo más que tres puntos obtenidos en ‘casa de otro’? ¿Atraería a un tanto por cierto importante de esa marea dudosa?

Llevar el triunfo a Valladolid supondría un estímulo, tanto para los hinchas blanquivioletas, como para los futbolistas. Un estímulo más influyente de lo que pueda parecer. No me perderé la oportunidad de que así suceda. Seré uno de esos seguidores que acompañarán al equipo el domingo. Y esta vez, las crónicas no serán desde fuera.

lunes, 14 de marzo de 2011

Un pretexto poco alentador


Comenzó mal el fin de semana para el Real Valladolid. El equipo viajaba hacia las Palmas sabiendo que no podría contar con William Ferreira debido a la denegación de la suspensión cautelar. El jugador quiere volver a su club anterior, Bolívar, para intentar asaltar el título liguero, con el deseo de volver a Valladolid, una vez termine la temporada.

Asegura que en su mente reside la idea de retornar a la capital castellana, pues le trataron “bárbaro”. Sin haber disputado ni un solo minuto, ha dejado mejor sabor de boca que otros futbolistas con la suerte de haber disfrutado de oportunidades para hacerlo, despedidos por la puerta de atrás en el mercado de invierno. Cosas del fútbol. Cosas de este Real Valladolid

Si antes de tomar rumbo a Las Palmas, el ambiente se pintó de decepción, con el partido, se embarrulló del todo, lleno de pintadas sin orden ni concierto, con final en la papelera, transformado en una bola de papel inútil. El conjunto entrenado por Abel Resino volvió a mostrar la debilidad que le ha acompañado en casi todos los partidos disputados fuera de Valladolid.

Hubo minutos en los que pudieron adelantarse en el marcador y mostraron empuje y decisión. Concretamente, los 20 minutos situados entre los primeros 15 de desconcentración y los últimos de un juego menos intenso, respondido con el gol del equipo canario. Hablamos de la primera parte, porque en el resto de partido, únicamente se vio inoperancia y espesura futbolística.

Pero la debilidad no sólo se mostró en el Estadio Insular, también en la rueda de prensa pre-partido. En ella, con gesto serio, Abel Resino manifestó: “no me gusta el partido frente a Las Palmas”. Primer paso hacia la derrota. Un pretexto poco alentador. Un timonel nunca debe dar muestra de fragilidad, y con declaraciones así expresadas, mucha seguridad, no ofrece. Mal paso.

Porque, escuchadas y vistas las declaraciones, sonaron derrotistas. Chirriaban pesimismo. Tampoco creo que intentara generar un efecto anti-presión, pues la mentalidad ganadora no se consigue disminuyendo la presión por llevarse los tres puntos. Hay que querer salir a ganar siempre, además de parecerlo. Las sensaciones negativas se guardan dentro de sí, sin darles el poder suficiente para que terminen imponiéndose en el resultado final: la derrota por 2-0.

Una función fundamental del preparador es saber motivar a sus jugadores, mediante técnicas de coaching mental. Entrenamientos psicológicos con el objetivo de retomar una situación positiva, de mantenerla, o de generarla. El objetivo de Abel Resino con el equipo pucelano ronda a caballo entre mantener una situación –efectiva en el Nuevo José Zorrilla, mejorable en el resto de estadios- y crearla. Con la balanza inclinada a generar un camino de victorias marcadas por el 2 en la quiniela.

Batallas perdidas antes del partido no hubo pocas, desde luego. La convocatoria fue modificada después de conocer la inesperada baja de Óscar por gripe. Un jugador ofensivo menos. En su lugar entró Álvaro Rubio. Un centro campista más. Semi-olvidado, también. Otro mal paso al frente.

Ello, sumado a la ausencia de un Sisino pegado a twitter móvil desde el tren, camino de Valladolid, para enterarse de lo que acontecía en el partido, y al definitivo adiós de William Ferreira –a expensas de su viaje de retorno-, el Real Valladolid apenas presentó efectivos en ataque. En el partido, se notaron los azotes de la mala suerte, carne de cañón para escribir, ahora, el debate de la cantera.

Debate que ya se saca a relucir en emisoras vallisoletanas y foros del pucela: ¿Nuevo paso para los delanteros del filial? Rubén Sánchez o Bacari esperan su momento para saltar al primer equipo, en el que Quique se afianza por las circunstancias, sumando minutos.

El técnico del equipo blanquivioleta ha manifestado la imperiosa necesidad –como la del equipo amarillo tras 15 jornadas sin hacerlo-, de subir a un jugador del equipo B para completar puestos. Porque Guerra es humano, y no siempre va a estar.

lunes, 7 de marzo de 2011

Un disfraz de salvador que sienta muy bien


Otro fin de semana sin poder ir al estadio, acompañado de la radio como medio más eficaz de transmisión de goles, ya que las televisiones se han empeñado en poner losas al derecho de ver partidos de segunda división.

La diáspora pucelanista, al menos, aprende a imaginarse las victorias que no puede ver debido a factores como el ya mencionado, unido, naturalmente, a su condición de “exiliada”. El arrebato por un gol sobre la bocina, por otro lado, tampoco nos lo quita nadie. Ni los que seleccionan los horarios de los partidos y su emisión. Cuidado, que siento un espíritu “Mourinhista” dentro de mí.

Escuchar partidos por la radio tiene magia. Mucha magia. La fantasía sale a flote, pilotada entre el narrador y tú mismo. Imaginas las basculaciones, las transiciones, los trotes, regates, ayudas defensivas, paradas del portero, conversaciones entre jugadores, el olor del césped, la suciedad de las botas, la afición sentada –otros animando- sobre unos más que sucios asientos de colores morados grisáceos…

Proyectas los tres goles del partido. El primero de Javi Guerra, tras cazar un centro desde el costado zurdo de Peña y rematar fuerte a la red. El segundo, de Saizar al batir a un portero, Javi Jiménez, debutante en Zorrilla y llamado a ser titular de aquí en adelante, y el tercero…Sí, de Javi Guerra. Me repito, e imagino ambos goles. Me cuesta poco, será porque nos tiene acostumbrados.

Y es que el delantero malagueño lleva ya anotados 16 en la presente campaña. Una barbaridad que, en cierta y amplia medida, está sustentando al conjunto blanquivioleta en una zona cada vez más cómoda, a dos puntos de los playoffs de ascenso. Quién nos lo diría en enero, aunque Guerra seguía marcando.

En la segunda semana de febrero, el Real Valladolid frenó su caída, agarrándose a unos brazos que aparecieron desde la superficie del acantilado. Desde ese día, han ido tirando con fuerza hasta conseguir salvar al equipo de una caída irremediable.

Los brazos de nuestro delantero. Un killer como no se recuerda desde Joseba Llorente. Recordemos que no venía con el target de golear, pero lo ha asumido con eficacia. Se ha visto sin competencia en el puesto de goleador, máxime al retrasarse la suspensión cautelar que permitiría jugar a William Ferreira, fichaje invernal llegado para reforzar el ataque.

Ni cansado, frena. A este ritmo supera el récord de Cristiano. Oh, vuelvo a mencionar al R. Madrid. Será porque nos despertamos, comemos y dormimos con él. Aunque algunos prefiramos otro acompañante de cama, al que buscamos incansablemente, dándonos de bruces con un “sin señal” o “sin televisión”.

El partido ante la Ponferradina fue complicado. El rival supo cerrarse bien, y levantarse después de encajar el 1-0 hasta conseguir el empate. No obstante, sufrió para superar a un motivado y concentrado JJ. El medio campo tuvo problemas para crear, un cortocircuito se produjo entre los dos pivotes y Óscar.

Las bandas no golpeaban como suelen. Antón, incómodo en la banda izquierda, debía por enésima vez jugar hacia el centro para crear peligro. La banda derecha, poco ruidosa, hasta que Nauzet aparecía. Carentes de imaginación. ¿Surgen complicaciones cuando toca lidiar con un aguerrido equipo de la zona baja? Desde luego, contra la SD Ponferradina, sí.

Tuvo que aparecer la cabeza de Javi Guerra, disfrazado de salvador, para dar una victoria que prolonga la fantástica racha del equipo pucelano. Fantástica porque lo sitúa a dos puntos de una sexta plaza que da derecho a luchar por un objetivo indispensable, a corto plazo, si la entidad piensa sobrevivir y vivir un Proyecto Arena de una fama creciente al ritmo de las elecciones. Objetivo omitido, ya sabéis de cuál hablamos.

No soy mucho de disfraces. Me da bastante vergüenza. Prefiero verlos puestos en los otros, y me fascinan los que marcan diferencias, los que destacan. Hay algunos de una originalidad inusual. Aunque si tengo que elegir a uno, en estos Carnavales, lo tengo claro: el de salvador.

jueves, 3 de marzo de 2011

Superarse ante la adversidad


Hay puntos que saben dulces. Que podrías incluso firmar, dadas las circunstancias. El conseguido en Albacete es un ejemplo fehaciente de ello. Partido que se complica con un gol recibido antes de tiempo, en el minuto 6, por otro jugador que también se fue antes de tiempo, aunque con motivos justificados.

El delantero Calle marcó para los suyos tras rematar un balón botado por Antonio López desde el córner. Jacobo no estuvo acertado en la salida. Antes, Tato ya había avisado en dos ocasiones a la defensa visitante. Los manchegos buscaban el juego en largo, las espaldas blanquivioletas, en esta ocasión, rojas, para hacer un daño mayor.

Habían salido decididos a conseguir la primera victoria de la etapa David Vidal. Denominar “eras”, a lo que en realidad significan efímeros pasos de entrenadores por equipos en capa caída, no es acertado.

La primera parte no brindó buen fútbol para el Real Valladolid. El equipo lo intentó con un juego rápido, una presión adelantada y balones a unas bandas que no actuaron tan acertadamente como en los dos anteriores encuentros. Nauzet realizó un chut que terminó mal, Alonso disparó a media volea –volvía al once tras cumplir el ciclo de tarjetas, ocupando la posición de mediapunta- y Antón se atrevió a disparar contra la portería tan bien defendida por Keylor Navas. Uno de los valores del Albacete Balompié.

El conjunto vallisoletano presentó un once modificado por las ausencias de Baraja –recibió una roja ante el Elche-, y Barragán –suplido por un cada vez menos protagonista Pedro López-. Matabuena acompañó en el eje a un líder anímico llamado Mehdi Nafti, para conformar un centro del campo duro, consistente, que no dejara jugar por el centro y abortara la intención de dominio del adversario.

La defensa pucelana sufrió los balones a la espalda y los centros al área. No se mostraron tan seguros. Habían encajado un gol después de 3 partidos sin hacerlo. Tampoco el medio campo conectaba con el ataque, ni Jorge Alonso tuvo su día. Desacertado el salmantino en la distribución, poco agresivo, o nada, en defensa.

Poco antes del descanso, la afición local pidió un penalti en una jugada de Calle, desbaratada en el último momento por Jordi, acertado al meter la pierna. Antonio Calle quería más, pero el devenir del partido cortaría toda esperanza de conseguir otro gol.

La segunda mitad añadió el resto de locuras a la noche. El resto de cambios reseñables para mencionar. El primero, que en la reanudación no hubo cambios. Jorge Alonso, con una discreta actuación de enganche, continuó en el campo.

Lo cierto es que el Real Valladolid mejoró en la segunda mitad. Una de las jugadas que lo atestigua fue firmada por Peña. Centró un balón rematado por Guerra, atajado por Keylor Navas. También, Antón, en una de sus internadas, probó al portero costarricense. Todavía sin premio. Aún sin gol. Pero sin venirse abajo, como antaño. Sin dar la espalda al partido.

Asimismo, el equipo de Vidal tuvo oportunidades, como el golpeo sin fortuna de Verza que paró Jacobo, o la del peligroso Tato en un gesto pícaro, dejándose caer solo ante Jacobo, sin consecuencias, pese a la pitada del Carlos Belmonte.

Pero la pequeña locura, lo trascendente del partido, donde los análisis, los comentarios o críticas, tienen que centrarse, llegó en el instante en el que Jacobo, lesionado, dio paso a Javi Jiménez. De nuevo, en la portería sin esperarlo.

El cantero cumplió las expectativas, además de mantener la meta intacta. Otro cambio interesante llegó con la sustitución de Óscar por Matabuena, conque el charro pasó a jugar detrás de Guerra y Alonso al lado de Nafti. Menos contención en el doble pivote, pero más ataque y creación.

El pucela intentó encarcelar al Albacete en su área, y lo que consiguió fue el gol, obra de Antón, al aprovechar un balón suelto en el área, caído desde la derecha. Desde donde los goles blanquivioletas llegan en mayor número. Minutos después de un cambio acertado. Tardío, pero acertado.

En el minuto 67, Juanito fue expulsado y dejó al Real Valladolid con 10 jugadores, lo que obligó a un retoque táctico. Antón dejó paso a Marc Valiente para reforzar una mermada defensa. Un jugador catalán que retornó, al fin, tras su calvario originado por una lesión en la mano.

Pese a la inferioridad numérica, los pucelanos nunca se dieron por vencidos, nunca se rindieron, y buscaron la velocidad, la sorpresa, para encontrar un premio de corte similar al de Huelva. Superarse ante la adversidad. Por el otro bando, el Albacete, sabedor de su oportunidad, tuvo opciones para retomar la ventaja en el marcador, pero la línea defensiva y Javi Jiménez lo evitaron.

Pero Calle, autor del gol, volvió a nivelar la balanza beneficiando…al Real Valladolid. Doble amarilla, la segunda por simular un penalti –nada nuevo en el madrileño-, y al vestuario. Minuto 86, nuevo “micropartido”. Y nueva ocasión, nacida de las botas de Nauzet Alemán, y finalizada de forma desgraciada por Alonso. Aún tuvo otra ocasión el equipo de Resino, en un centro del jugador canario que cerró el acta del encuentro.

Los jugadores vuelven para casa, en un viaje bastante placentero. Son conscientes de que el punto puede ser de oro si vencen a la Ponferradina, en Valladolid, la siguiente jornada. Saben que están dibujando, después de hacer el boceto, un nuevo objetivo más prestigioso, llamativo, pero algo tabú en las calles vallisoletanas. Eso sí, la actitud, nueva y diferente, les da a ellos, y también a nosotros, más confianza para seguir.