lunes, 29 de noviembre de 2010

Y estalló el brick de zumo


He de decir que veía, bastante confiado, el panorama para el partido ante el Cartagena. Pensé que Antonio Gómez escribiría el mismo relato de 90 minutos de siempre. Victoria en casa, engancharse arriba –ocasión inmejorable por la multitud de tropiezos de los competidores directos-, y ver la vida con optimismo, pese a los nefastos resultados cosechados a domicilio.

Pero no. La historia cambió, y mucho. Porque además de haber caído derrotados en casa por vez primera en todo el campeonato, se hizo de una manera totalmente distinta al resto de encuentros con resultado final negativo. Se perdió siendo superiores, y mereciendo más. Aunque la superioridad no llegara a más, no llegara al gol.

Un Real Valladolid que salió dejando la iniciativa al Cartagena, pero que con el paso de los minutos fue acomodándose, recordando que jugaba en casa e intentando algo más. Pero poco, pues la primera mitad no llevó a conclusiones claras.

El cambio de sistema, jugando con Álvaro Antón un poco más atrás que el punta Guerra, y con los pivotes Jorge y Rueda, no evidenció ninguna mejora clara. Tan sólo el buen partido de Jesús, que se convirtió en un todoterreno en la medular cuando Jorge Alonso no corría, ni luchaba. Descompensación en el centro, e inutilidad en el cambio de Antón por Calle en la segunda mitad. Porque ayer ningún sistema táctico se impuso.

La zaga no tuvo demasiados problemas pues el Cartagena se limitó a jugar por detrás del balón, viéndolas venir e intentando alguna contra que no llegaba a ningún lado. Se diluyó como lo hicieron los primeros 45 minutos. Poquito juego, ninguna emoción.

Tras un descanso que me puso de muy mal humor, debido a los guardas de seguridad de las puertas que no dejaban volver a entrar estadio, aunque salieras únicamente un instante, dio comienzo una segunda mitad que aumentaría mi mal humor, y el de todos los aficionados, que lanzaban gritos contra el presidente y contra las jugadas inacabadas de un equipo blanquivioleta que no encontraba puerta, e instauraba un sentimiento de agonía por cada ocasión fallada.

Ocasiones que en la segunda mitad fueron llegando gracias a los córners y faltas que desde los laterales se lanzaban, pero en las que Guerra no actuaba como ese jugador que marca las diferencias en un equipo que no encuentra su camino, como se vio ayer. Esa desesperación, que iba in crescendo en la afición pucelana, se equiparaba a la de los futbolistas que no conseguían superar esa barrera impuesta por la zaga cartagenera, liderada por un Cygan muy duro y seguro.

Por otro lado, el conjunto visitante avisó con un lanzamiento al palo por parte de Toni Moral, y añadió un ingrediente más, y picante, para la impaciencia generada en cada uno de los pucelanistas que leían una historia diferente hasta la entonces conocida. Una historia en que el equipo intentaba algo más, y es que jugaba en casa, pero no conseguía nada, y, para más inri, terminaba con un final tan desconcertante como implacable: la derrota.

Toni Moral, artífice del gol que supuso el 0-1 para el Cartagena de un Víctor homenajeado y aplaudido en su sustitución, dejó el estadio más silencioso de lo que ya estaba, y un malhumor insostenible. Llegó el gol y estalló el brick de zumo en el interior de mi mochila.

Así, sólo nos quedaba observar como el equipo no se hundió de la forma en que lo hizo con cada gol recibido fuera del Estadio José Zorrilla, e incluso tuvo la inmejorable oportunidad de empatar gracias a un disparo al travesaño de Javi Guerra.

Pero la historia había variado. Llegó la hora del cambio de autor, que ya ni en casa escribía buenos guiones. Porque aquí, a diferencia de un casting de cine, a los protagonistas no se les puede echar. Al menos no inmediatamente. Y tienen margen de mejora y de error, del que un director novato, que se adentró en un proyecto arriesgado pero ambicioso, no disfruta. Veremos cómo actúa el nuevo entrenador del Real Valladolid.

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