Semana de interés informativo máximo. De las que enriquecen el periodismo, de las que te enganchan. Y es que, desde la destitución de Antonio Gómez, han surgido innumerables noticias acerca del nombre del técnico que lo sucedería. Llegó el sábado, el día del partido en el Mini Estadi frente al filial del mejor equipo del mundo, y el entrenador seguía siendo una incógnita, para todos. Hoy se ha confirmado: Abel Resino, ex técnico del Atlético de Madrid, se hará cargo de la plantilla. Y contará con Torres Gómez.
Pero centrémonos en ayer. En el partido que enfrentó al equipo de Luis Enrique y al del entrenador ‘en funciones’, Javier Torres Gómez. Un hombre de los que se define “de la casa”. Y un hombre que ha dejado encantado a la totalidad de la plantilla en esta complicada e intrigante semana de entrenamientos, como Sisinio confirmó en su twitter: “J. Torres está capacitado de sobra para entrenarnos y estaríamos encantados”. No va a ser así, pero se mantendrá, si bien en un segundo plano, enriqueciéndose de fútbol para, quien sabe, entrenar en un futuro a un buen nivel.
Estas palabras de Sisinio fueron pronunciadas una vez terminado el choque en Barcelona. Un choque que, pese a un resultado que no fue del todo positivo (0-0), nos dejó un sabor de boca mucho más dulce que partidos anteriores. Y es que hubo verdaderos cambios respecto a pasadas jornadas.
Cambios que desde el primer instante del partido se percibieron. La presión. Agobiante, asfixiante, continua, complicaba en exceso la salida de balón de la zaga culé, y no permitía que hilvanaran jugadas. Primer paso bien hecho, ya que el filial del Barcelona busca la excelencia como su hermano mayor, y para ello necesita el balón.
Es cierto que tuvieron más posesión que el Real Valladolid en la primera mitad, pero unida a unas dificultades serias para jugar la pelota, algo que aprovechó el Real Valladolid para intentar crear peligro al portero Masip por medio de los córners. Ninguno consiguió nada. Punto a mejorar.
Pero tuvieron que llegar los siguientes 45 minutos para meternos en el partido. Para despertarnos y confirmar que este Real Valladolid había lavado su cara, ensuciada por el hastío acumulado en cada partido jugado fuera del estadio Nuevo José Zorrilla. No es que desplegaran un juego estratosférico, ni tuvieran una profundidad semejante, por analogía, a la del Barcelona campeón de liga el año pasado, pero ofrecían una intención: estaban enchufados y la bombilla parecía brillar. El equipo que dirigía fugazmente Javier Torres Gómez iba amontonando ocasiones que se estrellaban con el palo. Los chicos de Luis Enrique lo intentaron emular y conocieron el palo y también las manos de Jacobo, en un partido dinámico, rápido, vivo e intenso, en la segunda parte.
Llegó el 9º córner y Arzo, remató de cabeza al travesaño, con el consiguiente rechace de Rueda, fuera. Mala fortuna. Guerra, que empezaba a resolver sus diferencias con el balón, también dispuso de ocasiones claras para marcar, entre ellas un remate al larguero, así como la inmejorable oportunidad de gol que tuvo Jofre a principios de la segunda mitad o el disparo tímido de Jorge Alonso.
Más claridad, más llegada, pero igualmente, ningún gol. Faltó eso, porque el equipo mejoró, y en ello todos coinciden. Poco antes de la hora de los churros toda la plantilla pucelana llegó a casa, entre el descontrol aéreo de un fin de semana de información, e información, e información.
Ahora, tras el cese de las bombas noticiosas, el equipo empezará una nueva etapa a 10 puntos del líder de la categoría, el Betis. Abel Resino tomará un equipo con 22 puntos, oficialmente en zona de playoffs por el ascenso, ya que el Barça B, por su condición de filial no tiene derecho a disputarla, y cedería esa posición al 7º clasificado, actualmente el Real Valladolid.
Pero los números ahora han de dejarse aparcados en la cochera de las estadísticas, pues se estrena ‘nueva temporada’, dirigida y producida por un entrenador que tiene experiencia en la categoría, pero que no termina de convencer a la gran mayoría de aficionados del equipo blanquivioleta. El tiempo dictará, como siempre, como hizo con Gómez, como hizo con Mendilíbar, y como hará con Abel.
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