lunes, 1 de noviembre de 2010

El que perdona, lo paga


Por fin me levanto de la cama con unas ganas adicionales de ver fútbol en segunda división. El partido, sin llegar a ser un derbi puro, lo merecía. Dos equipos de la región se enfrentaban de nuevo después de 3 años largos sin hacerlo. La última vez, en el Helmántico, el resultado fue de empate, con chaparrón inclusive.

Ahora, en 2010 todo ha cambiado mucho. Disfrutamos de tres años en primera división en los que llegamos a disfrutar muchísimo; en los que yo aprendí un escándalo. En los que maduré, como lo hicimos los aficionados del Real Valladolid, que aprendíamos a encajar derrotas injustas porque teníamos un estilo de juego definido que nos templaba, implantado por un hombre humilde llegado del norte de España: José Luis Mendilíbar. Pero todo pasa, y ahora escribo sentado en una segunda fila en la que tengo que estirar el cuello para disfrutar del buen fútbol.

Lo cierto es que, pese a bucear entre equipos de segunda división, encontrarse en ocasiones con la UDS me alegra, porque significa algo más que la gran mayoría de conjuntos de la categoría. Mi primer partido de fútbol en directo lo viví en el estadio del equipo salmantino, y aún lo recuerdo con mucho entusiasmo. Mi último, el sábado en Zorrilla, con ese particular ‘derbi’ –no lo considero un derbi pues históricamente no ha sido así-, entre dos equipos situados en una zona dulce de la tabla. Más aún sabiendo cómo andan conjuntos del nivel de Betis o Celta –el primero lanzado como CR7-.

Y ahí estaba, junto con ella y con mi ‘padrino pucelano’, media hora antes del comienzo el encuentro, charlando de todo. Hasta de fútbol. Enfrente de mí, miles de aficionados unionistas cantando, animando, y… pasándoselo bien. Cielo nublado, amenazante, pero callado y expectante. Ni ruido ni nueces. Comenzó el partido y también la intensidad en el equipo entrenado por Óscar Cano. Técnico al que seguir, por las esperanzas que está creando y por su corta edad.

La Unión dispuso de las oportunidades más claras de la primera mitad. Juanjo perdonó, tras sacarse un disparo sorprendentemente en el área chica; Kike tuvo más garra que nunca y estuvo incisivo aunque muy precipitado; Sarmiento dio muestras de sus cambios de ritmo y de su velocidad; Perico mimó el balón en la frontal, y lo manejó como quiso en busca de peligro, siendo, para mí, el hombre más destacado del cuadro charro. Un jugador a tener muy en cuenta, un media punta atrevido.

Por otra parte, el Real Valladolid veía como iba perdiendo el control del medio campo, en el cual sólo destacó alguna recuperación de balón de un Alonso que hizo las de ‘destructor’, jugando por detrás de Rubio. No tuvieron conexión con los delanteros, que tenían que correr de más para recibir el balón en el centro. Mientras, la banda derecha ejercía de protagonista gracias a un Sisí activo y luchador, pero que no conseguía irse de su marca. Que le faltaba la chispa de ese jugador desequilibrante y resolutivo.

En la banda de Antón los desequilibrios se hicieron notar, así como la descoordinación y falta de compenetración entre Guilherme y el propio extremo izquierdo. Una banda, la izquierda, que sufrió en defensa por las imprecisiones en esta faceta del lateral zurdo blanquivioleta.

Tras el descanso el partido cambió. Ni la Unión Deportiva Salamanca jugó como en la primera mitad, ni el Real Valladolid se dejó llevar y tentar a la suerte como en los primeros 45 minutos. El choque se puso realmente interesante. La intensidad era imitada por un equipo y por otro, y las llegadas se iban sucediendo en ambas áreas. El míster local, viendo que Álvaro no se encontraba cómodo, prefirió dar más velocidad a la banda izquierda con la entrada de Jofre. Y la verdad es que lo consiguió. El equipo comenzaba a ofrecer algo más, y a equilibrar los méritos que en la primera parte fueron íntegramente para el Salamanca. No obstante, estos tuvieron alguna ocasión clara antes de que llegara el regalo para los blanquivioletas.

Pero antes de ese regalo, entró quien lo brindó: Keita. El guineano sustituyó a un Calle que ha perdido su olfato ‘killer’ de inicio de curso, para dar movilidad al ataque. Y vaya si se salió con la suya. De un centro suyo por la derecha llegó el único gol del encuentro, obra del indispensable goleador Guerra. Jugador que como continúe en el club en Junio será catalogado de milagro. De seguir así.

Desde ese momento, en el que el estadio celebró el gol como se hacía en primera, la UDS no fue la misma. Se fundieron las pilas que funcionaron casi a la perfección en la primera mitad, y terminaron derrotados. Porque en fútbol, como mi ‘padrino pucelano’ me dijo antes de que terminara el encuentro, “el que perdona lo paga”. Y eso le ocurrió a una combativa Unión Deportiva Salamanca.

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