"Se enamoró del deporte como fuente de momentos inolvidables y como metáfora de la vida".
martes, 5 de octubre de 2010
Crónica y breve opinión del R.Valladolid-Albacete
Cómo estoy empezando a odiar los lunes de fútbol. Y los viernes, y todo horario infame para ver un deporte que navega a la deriva de las televisiones y de quienes deciden cuándo se disputan los partidos. Y como no podía ser de otra manera, el Real Valladolid tenía que formar parte de ese barco, como así lleva siendo desde el comienzo de temporada. Seis partidos disputados, seis televisados. Genial solución para quienes compran GOL TV y no están interesados, o sencillamente les es imposible acudir al estadio. Fatal para los que podemos desplazarnos al Nuevo José Zorrilla, pero no un lunes a las 9 de la noche. Desde luego que nunca llueve a gusto de todos. Y esta vez me tocó empaparme. Y de qué manera.
Así pues, con la pantalla del portátil, y una página donde puedo encontrar emisiones de partidos, formé la combinación necesaria para, al menos, verlo desde casa. Sin cortes, al menos. Y lo que pude contemplar no me dejó satisfecho, sino con una sensación agria. Tan agria como el sabor de nuestras bocas cuando tomamos una pastilla contra el resfriado y nos olvidamos de la cucharada de miel. Confiamos en que esa pastilla repugnante surtirá efecto y nos aliviará, pero en ese momento nuestra cara toma un matiz de asco.
Algo así sentí al finalizar el partido del lunes ante el Albacete, en una jornada que nos deja en una zona noble, pero mediana de la tabla, con siete clubes en una situación superior. Siete equipos que miran sonrientes cómo el pucela se atasca y suma tres jornadas consecutivas sin sumar 3 puntos. Y sus goleadores frenan sus rachas. Y se empieza a cuestionar la alineación de Antonio Gómez, y los aficionados se alteran, y las desilusiones tempraneras llaman a la puerta, y la moderación sale a flote, y…Bueno, no nos adelantemos. No vayamos tan rápido.
Entrando en el partido. El Real Valladolid salió de inicio con una alineación conservadora, en la que sólo dos jugadores cambiaban respecto al once titular del partido ante el Elche. Jorge Alonso, titular, en lugar de Baraja; Guilherme, que volvía tras sanción, en la posición de Peña.
El partido comenzó igualado, con un Albacete que trataba bien la pelota y que dispuso de ocasiones que obligaron a Jacobo a intervenir. No obstante, un Real Valladolid que no controlaba el partido, esperaba para robar y salir a las contras. Esperaba a la ayuda divina de las bandas, y que de éstas se crearan jugadas que pusieran en riesgo la portería manchega. Así, de Nauzet, surgió una oportunidad muy clara, que erró finalmente Guerra. El canario combinó de forma genial con Guerra en el costado derecho, y finalmente el delantero blanquivioleta desperdició un gol factible.
El equipo, arriba, seguía perdido y muy desacertado. Calle y Guerra, sobre todo el primero, esperaba sentado en la orilla de una isla perdida para ver si divisaba a algún centrocampista que le diera el balón. Guerra, al menos, intentaba nadar en busca de ‘la supervivencia’. Gracias a su movilidad y lucha generó la ocasión más evidente de peligro para el conjunto albivioleta. Fue iniciada tras una incorporación al ataque del lateral Pedro López, que sirve a Javi Guerra, quien se interna en el área, frena, recorta sobre su marcaje, y busca el palo largo, errando el disparo al querer colocarlo.
Eso sí, el movimiento fue maravilloso. Pero faltó finalización, de lo que adoleció el pucela en este partido. Antes de esta oportunidad, Rubio marcó un gol que fue anulado por fuera de juego; y Arzo nos asustó tras estar cerca de marcar en propia puerta.
Con el paso de los minutos, el equipo de Gómez iba dominando el balón, y lo movía con mayor criterio y cuidado. En total, con más control. Pero sin gol. Tímidos disparos desde fuera del área, que no creaban mayor peligro en la portería del costarricense Keylor Navas.
Por parte visitante, Tato, el jugador más insistente del cuadro albaceteño, hacía correr a la zaga pucelana para pararle. Antes del descanso, al pucela se le anularía otro gol por fuera de juego justo de Javi Guerra, que remató un centro medido de Nauzet. Y con empate a 0 se llegó al descanso.
Tras la reanudación, el Albacete volvió a tomar las riendas del encuentro y tuvo situaciones manifiestas de gol que desperdició. De nuevo el Real Valladolid salía de vestuarios aletargado. Aunque contestó a los ataques rivales, pero sin esa chispa de fortuna y de buen juego que venía demostrado en otros partidos en casa.
Así pues, se produjo el primero cambio dando entrada a Baraja en lugar de un Rubio al que no se le vio. El centro del campo siguió sin imponerse, aunque Jorge Alonso intentó dar vida al equipo, y parece que jugó motivado por su titularidad. El equipo no era el dueño del partido, no tenía la posesión, y ese dominio y superioridad que se le supone a un rival favorito para el ascenso, que para más inri juega en su casa. Esperaban para salir en contragolpes y marcar. Pero no era tampoco el día para explotar ese estilo de juego. Era el día para que el centro del campo se asociase con los delanteros, y eso no sucedió.
El toque de atención, el aviso de que este sistema de juego no termina de carburar, lo puso el penalti señalado al Albacete por manos claras de Arzo, al que se le cruzaron los cables incomprensiblemente. Corría el minuto 60 y nos veíamos por debajo, aunque mereciendo algo más, por empeño, más que por juego.
Intentaron reaccionar, y consiguieron la igualada tras un zapatazo tremendo de Jorge Alonso desde la frontal que se coló por la derecha del portero manchego. Tan sólo 6 minutos después del 0-1. Parecieron despertar tras el empate, entre ellos Sisí, que prosigue en un nivel mediocre para lo que él es, y más en esta categoría.
Es palpable que el juego del equipo mejoró tras el empate, pero seguían demostrando que faltaba confianza, liderazgo, y esa suerte de cara al gol que no se conseguiría en los minutos restantes. Al final se produjeron los dos últimos cambios en los que Óscar y Jofre entraron al terreno de juego, en lugar de Calle y Nauzet. La insistencia de un Guilherme ‘superatacante’ originaba alguna ocasión que levantaba “uys”.
Pero de la oportunidad de la quemás se lamentaron los 9.000 asistentes a este partido televisado un triste lunes, fue la creada por Guerra, que disparó, tras una gran carrera aprovechada por un error en la entrega del Albacete, demasiado escorado y esperó demasiado para ello. Insistencia final y nada más. Cuando el Real Valladolid era dueño del esférico el Albacete buscaba alguna contra bien llevada por el paraguayo Nelson Cuevas, que era bien anulada por la defensa morada.
Saliendo del partido: el equipo no despega. Primer tropiezo en casa, tercer tropiezo sucesivo. Necesitan un cambio de planteamiento. De planteamiento mental y de juego. Buscar el control del centro del campo, y una conexión con los delanteros, sin tener que basar el juego ofensivo únicamente en las bandas. Un centro del campo que juega excesivamente atrasado, por lo que hay que alargar demasiado los cables que conecten con los delanteros. Y la corriente no llega con la misma rapidez.
Quizá es necesario que Rubio descanse, y que se le dé la oportunidad a un destructor como Rueda, que junto a Alonso, pueden complementarse en la media. También hecho la vista atrás, aunque no demasiado, y recuerdo el partido que el Real Valladolid ganó al filial del Villarreal. El equipo jugó con un sólo delantero y otro jugador por detrás. Se presionó mucho más arriba, y por lo tanto conseguían el dominio del balón y un juego más elaborado y ofensivo, con buenas combinaciones entre la segunda línea y Guerra. Cuando salió Calle, desde el banquillo, remató la faena. Tal vez, como digo, sea el momento también de un cambio táctico. Pero yo no soy el entrenador, sino que tan sólo es una opinión. Una forma de verlo que es compartida por otros tantos.
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