martes, 12 de octubre de 2010

Cambiad el chip.


Volvía el fútbol, un domingo más, a una localidad que ya echaba de menos esa división de plata que visitó poco tiempo antes: Ponferrada. Y retornaba, el Real Valladolid, para intentar volver a la victoria. El rival, teóricamente inferior, tanto en plantilla como en situación en la tabla, hacía pensar que había llegado el momento de ganar después de tres jornadas sin conseguirlo.

Pero me equivoqué. Volví a encender mi ordenador, sintonice en cualquier página de la red el partido, y tomé bolígrafo y papel para apuntar lo que iba sucediendo a lo largo y ancho de El Toralín. Es costumbre en mí cuando sigo al Real Valladolid en casa. Y suele ser útil para mí. Pero no hoy. No echaré mano a ese papel. Lo dejaré por ahí tirado.

Hoy no es necesaria una crónica. Porque en ocasiones, todo un proceso, un acontecimiento que comienza en el minuto uno, y que finaliza en el 90, puede resumirse en una sola palabra. O en pocas. Y eso intentaré plasmar en esta pequeña opinión.

Todo empezó mal. Los aficionados vemos volar los puntos entre las inquietudes de unos pocos, que aumentan por cada partido sin puntuar. Y hoy son ya cuatro. De siete. Si bien la situación en liga no parece nada mala…es sólo una alucinación. Nueve puntos en los tres primeros partidos que fijaron al equipo en la zona más oxigenada de la liga, y que favorecieron a la calma y a la confianza.

Pero en Sevilla el equipo, sin jugar mal, ni mucho menos peor que desde entonces, perdió el partido y no reaccionó. No corrigió los errores, sino que persistió en los puntos negros que ensombrecieron un inicio fulgurante del equipo de Pisuerga. Desde aquel domingo al mediodía en el compacto bloque de Gómez, numerosas grietas comenzaron a aparecer, primero en forma de pequeñas vetas, para más tarde originar en anchas fisuras. Y cada partido van debilitando la credibilidad del arquitecto.

Ante la Deportiva, el pucela volvió a enseñar su peor cara. La cara de un equipo que no parece tan seguro como al principio, cuyos goles dependían de dos delanteros que estaban muy acertados de cara a puerta. Hoy día únicamente lo está uno, pero está solo. Porque el otro vaga desaparecido, invisible. Y éste último se llama Antonio Calle.

Quien nos cerró la boca de la crítica y la suspicacia, ahora vuelve a abrírnosla. El madrileño ya no marca, y ya no aporta al ataque. Y me preocupa que tampoco en defensa. Así consigue dejar perdido a Guerra, que debe hacer el doble de tarea, sumado a ello el estorbo de un futbolista que no está sumando.

Contra la Ponferradina volvió a desaparecer. A esconderse entre los zagueros bercianos. Y ya. También contagiado del resto del equipo. Menudo constipado. Pero no fue el único que se puso la capa de la invisibilidad.

De nuevo, el centro del campo se ausentó. Siguen sin tomar la posesión del balón, sin hacerse dueños del juego, por lo cual no se trenza prácticamente ninguna jugada de ataque de forma combinada. La única solución, radicó en los apoyos que constantemente Javi Guerra daba a los mediocampistas para ayudar a sacar el balón. Pero no es igual. Porque Javi no es organizador. Es delantero.

El doble pivote naufraga completamente, con Rubio activado en modo sin ideas, y con Rueda que jugó como titular y que estuvo correcto en comparación a lo que se vio. Demostró algo más que su compañero de lucha en la medular. Pero no domina, no existe, no crea, no conecta. La misma historia de siempre. Los delanteros viven a kilómetros del centro, salvo cuando Guerra apoya. Pero no olvidemos que él tiene que jugar más arriba.

Y para más inri, las bandas no existieron. Lo intentó Sisí pero volvió a perder la partida, esta vez en su banda derecha. Por la paralela jugó Óscar. Muy desafortunado, pues no es su lugar natural de juego. Por inercia, constantemente se dirigía hacia el centro para jugar, pero no creaba ningún peligro. Está lentísimo, y fallón. Así, Guilherme hacía las de extremo, pero sin profundidad alguna.

No llegadas peligrosas del conjunto blanquivioleta en los primeros 45 minutos. En los segundos, el gol de Guerra, plausible desde luego. Curiosamente cuando el equipo más sufría, por las acometidas de la Ponferradina, que salió de vestuarios con mucha más intensidad que el R.Valladolid. El soberbio tanto del malagueño, de lo poco con lo que me quedo del partido. Y es que demostró mucha calidad dentro del área, pues no le tembló el pulso al recortar a su marca hacia la izquierda, e introducir el balón con su diestra a la portería del ‘meta’ local.

En este repaso de las líneas del equipo, también me centro en la defensa. Claramente se ve un líder de la zaga, llamado Marc Valiente. Joven, criado en La Masía, compañero entre otros de Cesc Fàbregas o Piqué en la cantera blaugrana, ha sabido acoplarse perfectamente y demostrar sus habilidades defensas. Muy serio, seguro, bien colocado y superior por alto. Confiere una tranquilidad que está beneficiando a una defensa que, en cambio, no está al mismo nivel que él.

Y es que su compañero en el centro de la zaga, Arzo, está cometiendo errores que han supuesto goles en los últimos partidos. Y personalmente, pienso que necesita descansar y ser cambiado por Jordi, que rindió bien en su choque ante el Huesca de Onésimo en Copa.

En cuanto al partido de Pedro, saco una conclusión muy clara. En defensa es luchador, pero despistado en las marcas y en ataque destaca mucho más. El domingo no subió la banda, no aportó ofensivamente, y eso se percibió. Porque cuando ‘Pedrolo’ corre hacia la portería, el equipo lo nota. Él suele ser el promotor de muchas jugadas que terminan en gol.

En cuanto a la portería, Jacobo sigue al nivel que exige la segunda división, y estuvo correcto ante la Deportiva.

Finalmente, y en el análisis a los suplentes, percibo un atisbo de confianza en uno de ellos: Antón. Intentó algo más, por la banda izquierda, y creó peligro en una jugada a balón parado. Además pretendió sorprender a Queco Piña desde lejísimos. Tiene un disparo genial y eso tiene que ser explotado de alguna forma. Hizo más que Óscar. Lo veo por delante de él ahora mismo. No así a Keita, que tan sólo corre y no ha demostrado aún por qué fue ese fichaje de gran nivel concretado sobre la bocina.
Respecto a Baraja, que sustituyó a un lesionado Rueda, tan sólo pude ver cómo erró en su despeje, y consecuentemente llegó el gol del empate, obra de Saizar. Muy desafortunado Javier en el día del domingo.

En conclusión: al equipo le falta ser equipo. No dominan con claridad, no dominan con inteligencia, ni con peligro. El juego está partido, y se basa en unas bandas cada vez más desapercibidas. Algunos futbolistas no están al nivel de la titularidad y se necesitan cambios. Y cambios de chip, igualmente. Y además, ¿podrá Antonio Gómez cambiar el suyo?

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