"Se enamoró del deporte como fuente de momentos inolvidables y como metáfora de la vida".
lunes, 20 de diciembre de 2010
Diversas formas de perder
Existen diversas formas de perder, de salir derrotado: Mediante humillación, en el último instante, por lógica, por robo...o por mala fortuna. Maneras de caer conocemos muchas. Una de las más comunes es la que vimos con el Real Valladolid en el Nuevo Arcángel de Córdoba.
Una derrota que bien podría haber sido perpetrada por una bruja oscura que hubiera lanzado un mal de ojo al conjunto blanquivioleta. Porque lo que ocurrió en Córdoba fue mala fortuna. Muy mala.
Más, cuando se vio a un equipo que jugó fuera de casa sin angustia ni miedo, y con el convencimiento de la victoria. Más, en un partido en que el equipo pucelano fue superior al rival, y gozó de ocasiones para poder llevarse algo más que un viaje envuelto en lluvia, demasiada lluvia.
Ésta fue protagonista cruel de un espectáculo alejado de lo entendido como fútbol. Un show de charcos que frenaban el esférico cuando intentaba rodar hacia la portería de Alberto García o Jacobo. Un show, que en la segunda mitad, podría haber puesto punto y final para preservar la integridad de los futbolistas, visto que de fútbol, poco.
Mientras el terreno de juego y el agua, que caía sin cesar, permanecieron en un segundo plano, el Real Valladolid pudo practicar fútbol, mejor que el Córdoba de Lucas Alcaraz. Alejado de la imagen ofrecida en otros encuentros jugados a domicilio, en éste los de Abel Resino acudieron directamente a por la victoria. Sin especular, sin mantenerse en una demostrada inútil retaguardia a la espera de un contragolpe mortal.
Un Álvaro Antón que parece resurgir gracias al técnico toledano del Real Valladolid, jugó de titular y buscó las jugadas ofensivas de los blanquivioletas. Creó peligro, ocupando la banda derecha desde la que tiró diagonales al centro donde le esperaba un Sisí que está comenzando acostumbrarse a jugar de enganche, por detrás de Javier Guerra.
El delantero malagueño protagonizó, a la media hora de partido, una de las tres jugadas más destacadas del Real Valladolid de la primera mitad, tras chutar y poner a prueba a un Alberto García, portero cordobesista, que fue uno de los jugadores más valorado de un choque pasado por agua.
El R. Valladolid quería más. Quería demostrar que aún no estaba muerto, que le ha crecido unas garras enormes, que podía dar guerra y poner el escudo que portaba en posiciones de playoffs valedoras de un hito.
Un hito que se ha alejado unos metros más según marcan los números –actualmente el equipo de Abel Resino estaría en puestos de descenso si se toman las últimas estadísticas, en las que el equipo se deja los 3 puntos en cada visita, e incluso pierde su condición de fuerte en Zorrilla, tras una racha negativa con dos derrotas consecutivas frente a Cartagena y Numancia-.
La garra y el propósito fueron mostrados hasta que el terreno de juego digo basta. Esta garra fue escenificada en dos jugadas que pudieron significar el gol visitante si no hubiera actuado perfectamente Alberto García, quien blocó un remate de Marc a la salida de un córner y un disparo del burgalés Antón.
Por parte del conjunto blanquiverde, un veloz Pepe Díaz y el vengativo Sesma intentaron contrarrestar el dominio pucelano. Ambos auspiciados por uno de los gemelos Callejón: Juanmi –el otro, José, corre por el estadio Cornellá El Prat, sin charcos que le impidan progresar-.
En el segundo período la lluvia empeoró el césped del estadio cordobesista, impidiendo que se pudiera ver algo de ambos equipos. El juego no fluía, las tarjetas amarillas sustituían a las jugadas combinadas, y finalmente se pensó en suspender el partido. Se decretó que siguiera. Espada mortal para el Real Valladolid.
Por el medio del campo se hacía inviable desplazar la pelota, zona que se iba ampliando con el paso de los minutos y de la caída continua de agua. El juego ya no tenía dueño, por lo que el Real Valladolid buscó un cambio que ofreciera alguna alternativa en un partido jugado en una piscina gigantesca.
Para ello, se marchó el extremo Jofre que no disfrutó de un partido como el jugado en Valladolid la semana anterior, e ingresó Óscar González como segundo delantero. Así, Antón se cambió de posición y dejó a Sisinio por el flanco derecho, su banda natural.
Ciertamente, los cambios ni mejoraron ni empeoraron la situación del equipo. El juego dejó de existir tiempo antes, en el momento en que los charcos que complicaron en exceso la elaboración de jugadas, se convirtieron en lagunas verdes.
No obstante, Óscar González tuvo alguna ocasión para crear peligro en la meta cordobesista y se mostró activo, al igual que un canterano, Quique, sustituto por la izquierda de un buen Álvaro Antón.
Entonces, la forma de perder que le tocaba al Real Valladolid en esta ocasión se definió. En el minuto 81, Juanmi Callejón puso un balón al área que rebotó en los pies de Peña y entró engañando al meta Jacobo.
Desde el gol, el Real Valladolid vio truncadas sus intenciones de enmienda por las continuadas pérdidas de tiempo. Tampoco en el encuentro se vio mucho fútbol, pero sí un atisbo de esperanza, de que el equipo de Abel Resino puede cambiar su dinámica y resultados con el inicio del nuevo año. Un nuevo año que ha de dibujarse completamente distinto al que estamos despidiendo.
lunes, 13 de diciembre de 2010
Casualidades
Las casualidades de la vida. Esas que consiguen que sonrías, bailes y rías en la noche soriana, después de perder 4-5 contra el Numancia. Casualidades por las que terminé viendo al Real Valladolid jugar contra el Numancia de Soria… en Soria. Y casualidades por las que me encontré en la misma noche soriana con algunos futbolistas del equipo numantino, que salieron de marcha con todo merecimiento. Y que pocas horas antes la habían ‘liado’ en Zorrilla y me habían dejado preocupado y cariacontecido.
Porque perder en casa, en el debut de Abel Resino, tras marcar 4 goles, 3 de ellos de Guerra –el mejor jugador del Real Valladolid junto con Jofre, Nauzet y Sisinio-, genera cuanto menos asombro. Y hacerlo, para más inri, después de ir ganando 2-0 y 3-1, te hace temblar. Y más cuando el Real Valladolid jugó a un fútbol más atractivo que el hasta ahora visto, con una clara faceta ofensiva. Con las líneas adelantadas, haciendo uso de una presión que agobió a la zaga numantina, al cual sufrió en exceso durante todo el encuentro.
En efecto, líneas adelantadas. De la ventaja, de la mejora que suponía jugar tan arriba, y por lo cual el equipo pucelano generaba más peligro y goles –nada más y nada menos que 4, pero 3 en la primera mitad-, se destapó la dificultad que suponía disputar el partido así: debilidad defensiva. Indudablemente, el enorme punto negro que apareció en el nuevo equipo de Abel Resino.
El pucela buscaba el ataque, en la mayoría de las ocasiones, por el costado derecho que habitaba Nauzet Alemán, jugador muy activo y que sirvió a para que el trigoleador Guerra consiguiera el primer gol, al botar un córner. Y esa faceta ofensiva que planteaban los blanquivioletas, la conexión que se formó entre Sisí, que jugó por el medio -escoltado por Rubio que volvía al once, y el inconstante Jorge Alonso, y el extremo Nauzet, protagonizó el grueso del ataque pucelano.
Además del ‘feeling’ evidente que pudimos ver entre Sisí y Nauzet , por el otro flanco, un Jofre hiper-activo creó mucho peligro y puso en serios problemas a su par. En una genial jugada por su banda izquierda, el catalán la colocó al interior del área, donde un enérgico Guerra consiguió su segundo tanto. Por el otro lado, el jugador que salió del equipo salmantino de Santa Marta, Cédric, ya empezaba a vérselas con Pedro López cuya velocidad y desborde fueron las principales armas del Numancia para contrarrestar el poder ofensivo del Real Valladolid.
Y comenzaron a verse los defectos de la defensa vallisoletana. Y lo hicieron desde que Pedro López tuviera que irse, lesionado. Entonces, me pregunté: ¿dónde estás, Barragán? No oí respuesta. Sólo vi a Javier Baraja entrar para ocupar el lateral. Empezaron a llegar las ocasiones del equipo de Unzúe, y también el primer gol.
Segundo error defensivo: pase al hueco de Barkero –back in the days-, a Cédric – the future-, que ganó la espalda a César Arzo y recortó la distancia a tan sólo un gol. El Numancia se empezó a soltar, el partido se abría y las defensas continuaban llamando la atención como aquel niño insolente y engreído. Ahora le tocaba a los de Resino recuperar la importante ventaja de dos goles, y lo hicieron gracias a una buena aportación ofensiva del lateral Guilherme, que por cada partido que transcurre me hace pensar más concienzudamente que podría jugar perfectamente delante de un lateral, con una proyección más atacante. Y es que en defensa tiene que mejorar muchos conceptos.
El lateral-extremo Guilherme desdobló a un Jofre que estaba disputando sus mejores minutos como jugador pucelano, y recibió de éste una pelota que habilitó para que Guerra la introdujera como pudo en la portería. 3-1 y hat-trick para el delantero pucelano. Todo se veía mejor desde una Soria que anochecía y observaba silenciosa la fragilidad de su defensa. Podía pensar en una buena quiniela, por fin. "Anticipado, bocazas mental".
Los locales presionaban de modo adecuado en la primera línea del equipo y comenzaban a tocar con mayor convencimiento la pelota, y parecía que convencían. Entonces sucedió una de las claves del partido: otro pase interior que superó la defensa pucelana, e Íñigo Vélez aprovechó para marcar un segundo gol que dejaba todo abierto en un partido que parecía de fútbol sala. ¡Ay, defensa mía, qué débil se te vio!
La segunda mitad fue la de la locura, la mezcla de sentimientos, conjeturas, goles, bajones anímicos, de culpables y afortunados. Un pucela que conseguía la tan ansiada posesión del balón, y que pudo haber dejado el partido 4-2 si el árbitro hubiera pitado el claro penalti sobre Sisinio añadía intensidad al juego, con Jofre como destacado tras el descanso y que se sentía un nivel por encima del resto.
Y cuando mejor estaba el Real Valladolid, un rayo de 18 años y de nombre Cédric corrió la banda izquierda y colgó un balón que Barkero envió dentro de la portería de Jacobo.Suponía el empate. Cinco minutos después, Arzo cometió un penalti que el mismo jugador numantino transformó para poner el 3-4. Remontada que no se quedó ahí y que cambió el dibujo de Abel Resino, al introducir a otro delantero, Keita, por Jofre y sustituir a Jorge Alonso por Álvaro Antón.
La épica, que cambiaba de dueño como últimamente el Real Valladolid de entrenador, estaba en manos de los pucelanos, que tenían que buscar el empate a 4 como fuera, para al menos conseguir un punto que dejara al equipo un poco más cerca de unos playoffs que, ya sí, son el objetivo último. Empujaban como podía para que no terminara en descalabro el primer test de Abel Resino, y un Arzo omnipresente cabeceó el gol del empate, a la salida de un córner, a 5 minutos del final.
Pero a 5 minutos del final el partido se podía inclinar de cualquier lado, porque el Numancia nunca se conformó con nada, ni tampoco el Real Valladolid, una vez que puso el empate a 4. Y a segundos del término, la balanza dio un golpe retumbante en forma del tercer gol para Barkero, dueño del equipo de Soria junto a Cédric. Un dúo que terminó con un Real Valladolid recién empezado.
Horas después bailaba en la fiesta soriana. Un 4-5 que buscaba olvidar hasta nuevo aviso no podía ensuciar esos momentos. Algún futbolista numantino también bailaba, -aunque no tan bien como lo hizo en el terreno de juego-, cerca del corro en el que yo me encontraba. Casualidades que me hacían sonreír, pues todos tienen derecho a la épica. Ya le tocará al Real Valladolid, si bien no sé cuándo.
domingo, 5 de diciembre de 2010
Lavado de cara, y 'nueva temporada'
Pero centrémonos en ayer. En el partido que enfrentó al equipo de Luis Enrique y al del entrenador ‘en funciones’, Javier Torres Gómez. Un hombre de los que se define “de la casa”. Y un hombre que ha dejado encantado a la totalidad de la plantilla en esta complicada e intrigante semana de entrenamientos, como Sisinio confirmó en su twitter: “J. Torres está capacitado de sobra para entrenarnos y estaríamos encantados”. No va a ser así, pero se mantendrá, si bien en un segundo plano, enriqueciéndose de fútbol para, quien sabe, entrenar en un futuro a un buen nivel.
Estas palabras de Sisinio fueron pronunciadas una vez terminado el choque en Barcelona. Un choque que, pese a un resultado que no fue del todo positivo (0-0), nos dejó un sabor de boca mucho más dulce que partidos anteriores. Y es que hubo verdaderos cambios respecto a pasadas jornadas.
Cambios que desde el primer instante del partido se percibieron. La presión. Agobiante, asfixiante, continua, complicaba en exceso la salida de balón de la zaga culé, y no permitía que hilvanaran jugadas. Primer paso bien hecho, ya que el filial del Barcelona busca la excelencia como su hermano mayor, y para ello necesita el balón.
Es cierto que tuvieron más posesión que el Real Valladolid en la primera mitad, pero unida a unas dificultades serias para jugar la pelota, algo que aprovechó el Real Valladolid para intentar crear peligro al portero Masip por medio de los córners. Ninguno consiguió nada. Punto a mejorar.
Pero tuvieron que llegar los siguientes 45 minutos para meternos en el partido. Para despertarnos y confirmar que este Real Valladolid había lavado su cara, ensuciada por el hastío acumulado en cada partido jugado fuera del estadio Nuevo José Zorrilla. No es que desplegaran un juego estratosférico, ni tuvieran una profundidad semejante, por analogía, a la del Barcelona campeón de liga el año pasado, pero ofrecían una intención: estaban enchufados y la bombilla parecía brillar. El equipo que dirigía fugazmente Javier Torres Gómez iba amontonando ocasiones que se estrellaban con el palo. Los chicos de Luis Enrique lo intentaron emular y conocieron el palo y también las manos de Jacobo, en un partido dinámico, rápido, vivo e intenso, en la segunda parte.
Llegó el 9º córner y Arzo, remató de cabeza al travesaño, con el consiguiente rechace de Rueda, fuera. Mala fortuna. Guerra, que empezaba a resolver sus diferencias con el balón, también dispuso de ocasiones claras para marcar, entre ellas un remate al larguero, así como la inmejorable oportunidad de gol que tuvo Jofre a principios de la segunda mitad o el disparo tímido de Jorge Alonso.
Más claridad, más llegada, pero igualmente, ningún gol. Faltó eso, porque el equipo mejoró, y en ello todos coinciden. Poco antes de la hora de los churros toda la plantilla pucelana llegó a casa, entre el descontrol aéreo de un fin de semana de información, e información, e información.
Ahora, tras el cese de las bombas noticiosas, el equipo empezará una nueva etapa a 10 puntos del líder de la categoría, el Betis. Abel Resino tomará un equipo con 22 puntos, oficialmente en zona de playoffs por el ascenso, ya que el Barça B, por su condición de filial no tiene derecho a disputarla, y cedería esa posición al 7º clasificado, actualmente el Real Valladolid.
Pero los números ahora han de dejarse aparcados en la cochera de las estadísticas, pues se estrena ‘nueva temporada’, dirigida y producida por un entrenador que tiene experiencia en la categoría, pero que no termina de convencer a la gran mayoría de aficionados del equipo blanquivioleta. El tiempo dictará, como siempre, como hizo con Gómez, como hizo con Mendilíbar, y como hará con Abel.