Abro el cofre...y encuentro nuestra foto, retocada por photoshop, en la cual aparecen dos pequeñajos, con la misma carita gordita y unos mofletes que eran el menú estrella de los mejores restaurantes a principios de los 90.
¿Te acuerdas cuando te escribía privados sin haberlos previsto?Esos que sin tener un borrador previo o una idea concreta por la que guiarme, fruto de la unión entre mi mente y mi corazón, llegaban a tu contador de mensajes, y provocaban en ti una sonrisa y una placidez por saberte querida.
Has de saberte querida. Pero no hablo de un sentimiento de fraternidad, de 'amor de madre', o la sensación de protección que tu familia te aporta. Es diferente. Surge cuando te enamoras. Te das cuenta, cuando llega ese momento, de que tu cuerpo, pese a verse entero cuando te mirabas en el espejo, por dentro habitaba al 50%. Como aquel que vive con un riñón, como aquel gemelo que pierde a su hermano para siempre, o como ese sol sino pudiera saludar a la luna antes de acostarse. Entonces, de repente, la impresión cambia. Ahora, estás completo. Ahora puedes sonreír porque sí, aunque la profesora de anatomía sea insoportable, y a los párpados les cueste congeniar cada noche. Ahora tienes más motivos aún para sonreír, si ya los debieras tener simplemente por vivir.
En este estado vital se suceden escalofríos calientes que recorren tu cuerpo al escuchar su voz, y se forman tormentas de truenos dentro de vuestros cuerpos cuando os unís. Sois un imán. Un imán de de piel y maquillaje, de desodorante de barra y colonia petit-cheri,de zapatillas nuevas y regalos mensuales, como cofres con dinero dulce y dulces fotos secretas que permanecen escondidas en una dulce carpeta, titulada en mi interior con el nombre de 'tu sonrisa', cuyo adjetivo dulce, además de repetitivo, es el mejor.
Escuchando de fondo: la tormenta.
te quiero, recorriendo la vía láctea en nuestro coche rojo, nuevo y deslumbrante, hasta la luna, y vuelta.
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