Llegó sin hacer ruido.Nació en Sarajevo, y tuvo que huir, junto con su familia, de las garras de la guerra. Es el problema de creer en algo. Quizá por ello creció confiando en sus posibilidades, luchando por conseguir lo que más quería, jugar al fútbol. Convertir las grandes jugadas que creaba en los campos de arena y barro en algo más, algo que hiciera dinero, que le diera éxito, que volviera loco a alguien más que a los chicos con los que jugaba. Que volviera loco a 20.000 voces. Ya asentado en Holanda, su calidad no pasó inadvertida, y fue fichado por el AZ Alkmaar. Disputo el Europeo sub'21, conquistándolo, y creando curriculum.
Pero el camino no iba a ser fácil, y con la llegada de Van Gaal al conjunto holandés las esperanzas de triunfar en el país donde se estaba formando como futbolista se disipaban, a la vez que un modesto club español, castellano, se había fijado en él. Ese club, el Real Valladolid, propuso un tiempo de prueba para confirmar la calidad que ya venía demostrando tiempo atrás. Los ojos del técnico pucelano, José Luis Mendilíbar se fijaban constantemente en él cuando pisaba el césped de entrenamiento, y esos ojos pudieron darse cuenta de que tenía algo especial que lo diferenciaba de la mayoría de futbolistas que estaban a su cargo. Algo especial a lo que se puede llamar gran técnica, visión de juego, zurda excelente y precisa, desparpajo, motivación; en general, buen juego ofensivo y manejo de balón. Pero el entrenador vasco, como buen analista, vio el lado negativo que un jugador joven, recién llegado a una liga netamente superior a la holandesa, poseía, y que debía pulir y dejar atrás si quería contar en sus planes, si quería dominar el centro del campo blanquivioleta. Ese lado negativo era su juego defensivo, mucho más débil que su faceta atacante.
El tiempo pasaba y la cara negativa de Haris era más común que sus destellos de clase. No contaba apenas para Mendilíbar. En efecto, no contaba.Pasado, ya que este fin de año, este tramo de temporada, está descubriéndose de nuevo al fútbol, a ese juego que de pequeño le hacía olvidar la dureza de una huída para salvar su vida, que le hacía sonreír sin pensar más que en disfrutar con el balón entre los pies. Este año le toca reivindicarse;modificar su posición inicial -la de mediocentro- para poder jugar más adelantado, dar el último pase, o, sencillamente, marcar. Este año es su año. El de soñar, como cuando era un niño. Y el de hacernos soñar, junto con el resto de la plantilla, con una temporada que puede ser más grata que las anteriores si terminan por definir, sobre todo, la línea defensiva y forman un medio centro fijo.